

Cada vez es más frecuente que acudan a la consulta personas que sienten falta de deseo sexual. Quizás el aumento de este motivo de consulta se debe, en parte, a que se va tomando conciencia de la importancia de vivir una vida sexual plena, y también porque se asume la necesidad de una ayuda/orientación profesional externa cuando no se sabe cómo resolver esta dificultad por si mismo.
Sea como sea, este problema es más común de lo que se piensa, aunque no se suela hablar abiertamente en nuestros círculos sociales, es un tema que va generando cada vez un nivel mayor de frustración y desgaste en la vida de pareja, a la vez que va minando la autoestima propia como la de la pareja, y lo que puede acabar sobrepasando a la persona. Así que cuanto antes se acuda a un especialista, más fácil resultará gestionarlo y resolverlo, y así evitar que este problema derive en otros más complejos.
Generalmente las disfunciones sexuales suelen ser el síntoma de otro problema del que puede que no seas del todo conscientes. Nunca suele ser el problema en sí mismo, a menos que esté provocado por causas fisiológicas por una enfermedad, efectos secundarios de una medicación, deficiencia hormonal, etc. Es por esto que, la terapia sexual comienza con una valoración en la cual se trata de descartar que exista algún motivo de este tipo y que pueda estar entorpeciendo el correcto funcionamiento sexual. Una vez realizada y descartada esta posibilidad, se van tanteando aquellos factores, tanto externos como internos, que puedan estar influyendo en la aparición de este bloqueo.
Son muchos los motivos que pueden afectar a la disminución o falta de deseo sexual, tales como:
Al llevar un ritmo de vida muy acelerado en el que desde que te levantas hasta que te acuestas actúas prácticamente por inercia, acumulando un alto nivel de estrés y tensiones.
No te puedes olvidar que uno de los requisitos básicos para el normal funcionamiento de tu cuerpo y para disfrutar de la sexualidad es estar relajado.
Al ocio, al cuidado del cuerpo, a la relación de pareja… ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo por gusto, sólo por disfrutar de hacerlo?
LLenas la agenda de cosas que “tienes que hacer” y siempre hay tareas pendientes que se van acumulando, de manera que no dejas espacio a las actividades que te gustan, te relajan, te hacen sentir bien, y vas perdiendo el sano hábito del disfrute.
Precisamente el no invertir tiempo en uno mismo y en la pareja, hace que te acostumbres a tener sólo intercambios “negativos”, sólo se hablen de problemas, preocupaciones, tareas pendientes compromisos laborales, sociales o familiares… esto va generando distancia e inconscientemente se va relacionando pasar tiempo con la pareja con momentos de estrés y tensión. Los intercambios positivos se van olvidando, se va minando la comunicación, las discusiones se convierten en peleas, y todo esto se va acumulando hasta que da la cara en forma de síntoma, como la pérdida de deseo.
A veces ocurre que, por falta de tiempo, de intimidad, por el tipo de educación recibida (o inexistente), etc, se automatizan los encuentros sexuales hasta que se convierten en pura rutina.
Es muy importante dedicar tiempo a conocer tu cuerpo,su funcionamiento y el de tu pareja, experimentar, fantasear, compartir tus deseos, necesidades, inquietudes y miedos. Esto es lo que va reforzando cada vez más la intimidad y hace que disfrutes con la máxima intensidad de los encuentros sexuales.
Es normal que en algún encuentro sexual el chico no consiga la erección o esta no sea completa, que eyacule antes de lo que le gustaría o que no consiga llegar al orgasmo. También puede ocurrir que a la chica le cueste excitarse lo suficiente para estar lubricada, que pierda la excitación durante el encuentro, que no llegue al orgasmo… Todo ello puede ocurrir por multitud de factores:
Cuando esto ocurre una vez, es probable que la siguiente vez que tengas un encuentro sexual estés más pendientes de si vuelve a ocurrir o no, y de cómo reaccionará la pareja. Esto genera un nivel de estrés y una presión que hace que efectivamente vuelva a ocurrir. A partir de aquí se va generando un miedo cada vez mayor a que vuelva a ocurrir, que provoca que siga ocurriendo. Con el tiempo este bucle puede derivar en una progresiva pérdida del deseo sexual como mecanismo de defensa (que se activa de manera inconsciente) para no verse en la situación que inevitablemente acaba generando tanta frustración para la pareja.
Todos estos factores (y otros tantos posibles que no he mencionado) se van uniendo a la cada vez mayor frustración que va generando la falta de deseo en los dos, la tristeza que produce el sentir la imposibilidad de tener una vida de pareja plena, el sentimiento de culpabilidad (tanto de la persona que experimenta la falta de deseo por sentir que no puede complacer las necesidades de su pareja, como de la pareja que inevitablemente piensa que es el o ella quien provoca esta pérdida de deseo al no resultar ya lo suficientemente atractivo/a a la pareja), el enfado con uno mismo por no ser capaz de resolverlo, la presión por las expectativas del otro de la resolución del problema (por falta de entendimiento de lo que ocurre, deseo de maternidad/paternidad…), sentimiento de fracaso, etc.
Lo más importante de todo es reconocer cuanto antes que algo no va como te gustaría en tu vida sexual, que no sabes cómo gestionarlo, y pedir ayuda a tu especialista en sexología para poder llegar a entender que ocurre y por qué, y te enseñe a cómo recuperar el deseo sexual en la pareja.
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